lunes, 30 de noviembre de 2015

¿Eres indeciso?


No sé, puede ser, a lo mejor, quién sabe. 
Gaspar Henaine 'Capulina'.



     Cuando llegó el momento de ponerme manos a la obra para redactar este texto, acudí como siempre a mis notas, donde acostumbro poner ideas, temas, sugerencias y chispazos que creo pudieran ser de utilidad para escritos futuros. Abrí la lista y me reencontré con esos temas que poco a poco fui registrando porque no confío ni un pelo en mi memoria y que aguardaban silenciosos su turno para ver la luz en alguna divagación como esta. Eran entre ocho y diez temas -es decir nueve- y sentí que todos ellos tenían igualdad de merecimientos porque, interesantes o no, el simple hecho de haberles dado lugar en esa relación les había otorgado un peso específico y les hizo crear expectativas. Repasé el listado y me pareció ver a los temas mirándome implorantes, y casi los escuché gritar “Yo, yo, por favor”.

     Los repasé reiteradas veces y de entre todos me decidí por el tema El placer de Comer, una de mis debilidades más fuertes (paradójicamente). Cuando había escrito no más de siete líneas sentí que la materia no me estaba generando interés sino hambre. Aborté, pues, el plan y viré hacia el tema de La Falta de Concentración en el Trabajo, un problema que nos es común a muchos, pero algo que no puedo precisar sucedió, me distrajo y perdí el hilo de lo que escribía. 

     Examiné nuevamente la lista y elegí otro tema, no recuerdo exactamente cuál, creo que era La mala Memoria . Pocos minutos después tuve que abandonar el escrito porque olvidé que no hace mucho había escrito sobre el tema.

     En ese punto estaba más que claro que era víctima de un fuerte ataque de indecisión. Si alguno de ustedes ha sufrido el tener que enfrentarse a la difícil prueba de decidir entre una o dos cosas o, peor aún, entre una gama amplia de opciones, y siente que le va la vida en ello, sabe de lo que estoy hablando.

     La indecisión nos acompaña desde niños y si no le damos unos zapes a tiempo, acaba por seguirnos sigilosamente en casi cada acto de nuestra vida.

     Recuerdo que llegaba la Navidad y teníamos que hacer la carta al Niño Dios, a Santa Claus, a los Santos Reyes o a quien corresponda, según se viviera en el sur, el centro o el norte del país. En mi caso particular, dado que no podía pedir todo -igual me pasa hasta la fecha-, no era tarea sencilla elegir entre unos patines con botines incluidos,  un juego de magia Mi Alegría o un kit completo de ropa y accesorios para mis Aventureros de Acción Lilí Ledy. Entonces opté por pedir una bicicleta. Así llegó mi Chópper 72.

     La vida nos somete diariamente al cruel ejercicio de tomar decisiones hasta en las cosas más sencillas. ¿Te ha pasado que tienes tu ropero lleno de prendas clamando a gritos que las saques a orear y, después de un concienzudo proceso de selección y descarte, acabas poniéndote los mismos calzones, los mismos jeans y la misma camisa de siempre? 

     Cuántas veces me ha pasado que voy a un sitio a comer y al ojear la carta encuentro un mundo de posibilidades, gozosas ellas cuando llegan a la mesa, pero tortuosas de momento porque tengo que tomar la odiosa decisión de elegir y discriminar. En ese momento se desata el debate interno entre lo que quiero comer, lo que considero que es más saludable y lo que puedo pagar. Un desfile de preguntas hacen pasarela en mi mente: ¿sopa para empezar?, ¿y si la sopa me quita las ganas de algo más?, ¿mejor voy directo al plato fuerte?, ¿carne blanca?  ¿un pollito?, ¿o pescado?, ¿cuál pescado?, ¿a la parrilla o empanizado?, ¿carne roja?, ¿qué término?, ¿mejor unos tacos o una hamburguesa con papas?, ¿una ensalada para que los demás vean que me alimento sanamente?, ¿cuánto dinero traigo? Para salir del embrollo dialéctico interno hago mi elección siguiendo el científico método del tin-marín de do-pingüé, y al servir los alimentos generalmente termino envidiando lo que pidió alguno de los contertulios. Cuando eres indeciso, por más que te esfuerces en elegir a conciencia el platillo que vas a comer, siempre será mejor el que pidió tu acompañante.

     Ir al cine también puede convertirse en un problema a causa de la indecisión. Hay muchas películas en cartelera, y no solo eso, también las hay para escoger entre las salas VIP, 4DX, Junior, Plus, Macro XE, además las puedes ver subtituladas y dobladas al español, y por si todo lo anterior fuera poco, las exhiben en variedad de formatos: 2D, 3D, SP, SP + 3D… X$&+50Y# (esta última secuencia de signos no es un formato sino una maldición proferida por mi). Un suplicio para cualquier indeciso.

     Como yo me considero un indeciso  con entrenamiento para ejercer el honroso título, me puse a revisar algunas lecturas sobre la materia y aquí les comparto, a manera de resumen, algunas ideas rápidas e interesantes.

¿Cuáles son algunas causas de la indecisión? 

  • Falta de confianza en nosotros mismos.
  • Tener demasiadas opciones.
  • Sobreestimación de los posibles resultados de la decisión.
  • Tratar de hacer una elección buscando la aprobación de alguien.
  • Temor al fracaso.
  • Ser perfeccionista.

¿Cómo podemos enfrentar la indecisión?

- Trata de encontrar la relevancia de la elección que estás por hacer. Hay veces que invertimos mucho tiempo en tomar una decisión irrelevante. Qué más da si pides melón o sandía, simplemente escoge uno de los dos y la siguiente vez cambias la elección.  Piensa que la mayoría de las veces, equivocarse no trae consecuencias graves sino aprendizaje. Eso sí, hay que estar atento a las lecciones, de otra manera no se aprende un pepino.

- Intenta tener claro el resultado que buscas con tu decisión. A veces queremos cambiar algo en nosotros o en nuestro entorno y no sabemos ni qué rumbo queremos tomar.

  • Dale importancia a tus preferencias y sentimientos, no bases tus decisiones pensando en complacer a otros.

  • Reduce tu universo de opciones descartando por completo las que estén más apartadas de tu objetivo y no las vuelvas a voltear a ver, porque en una de ésas te guiñan de nuevo el ojo y acabas sucumbiendo a sus flirteos y mucho más confundido. Sí, ya sé, es difícil, pero hay que ejercitar ese músculo.

  • Todos hemos vivido en carne propia la indecisión. Conozco muy poca gente que tome decisiones rápidas y definitivas, a excepción de mi primera novia, que me mandó al demonio con contundencia Churchilliana.

Algo más, las mejores decisiones se consiguen cuando se está bien informado de la materia sobre la cual se quiere decidir. Si hemos de pedir consejo, hagámoslo con gente que sepa del tema. No está de más acudir a los amigos, pero ellos, no por ser amigos están informados.


Y para concluir, de lo que sí estoy plenamente seguro, con la mayor certeza y sin temor a equivocarme, es que la inseguridad antes era un problema para mi, en cambio ahora, no sé, creo que la tengo bajo control. Un poco. Tal vez.
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