jueves, 19 de abril de 2012

Josefina, ¿presidente o presidenta?

La oferta de candidatos a la presidencia en México está muy flaca. Sus campañas están para llorar, pero los anuncios de doña Chepina Vázquez Mota resultan especialmente grises, o de un azul muy deslavadito. Más allá de la retórica del discurso y su eterna sonrisa, hay un elemento en su imagen publicitaria que desde la primera vez que lo vi me provocó sarpullido  y comezón: la palabra PRESIDENTA. 

 El uso de esa palabra está ligado a las épicas batallas y conquistas que se ha ido anotando el movimiento feminista.  En años recientes, la gramática foxista -y luego heredada a  Felipe Calderón, aunque con menos rigor- exigía que sus discursos empezaran con formalismos como "Mexicanas y mexicanos", o, al referirse a la niñez, mencionar a "las y los niños de México", y cosas por el estilo. Está claro que la intención de esta distinción de género responde a lo que se supone que es políticamente correcto pero resulta lingüísticamente incorrecta o, por lo menos, innecesaria. 

Debo aclarar -antes de que se me lancen a la yugular las feroces féminas con las que tengo la fortuna de compartir espacios todos los días  -que soy fan de las mujeres y me parece indispensable que ellas sigan conquistando avasalladoramente todo lo que encuentren a su paso y lleguen al infinito y más allá; es más, yo sostengo que son una especie distinta y superior al hombre, pero  en gramática castellana  hay ciertas normas que no estaría mal tomar en cuenta.

En nuestro idioma lleno de recovecos hay una regla según la cual el plural en masculino se usa para referirse a ambos géneros. Que esta regla tiene un origen machista, ni qué discutir, pero subsiste y es vigente. Por eso basta con decir "mexicanos" ó "los niños de México" para aludir a femeninas y masculinos. Sólo se usa la diferenciación de género en palabras distintas como"damas y caballeros", por ejemplo.

¿Cómo se les dice a las mujeres que presiden algo, presidenta? Existen en castellano lo que conocemos como participios activos que se derivan de los verbos y hacen que éstos funcionan como adjetivos (pudiente, reluciente, ardiente) o sustantivos (gerente, danzante, estudiante) . Así pues, el participio activo de vivir es viviente, el de asistir es asistente, el de dirigir es dirigente, etc. Entonces, sin dejar lugar a dudas, la persona que preside es presidente y no presidenta, aunque se trate de una mujer, por guapa que sea. Es decir, el participio activo no tiene género. 

Si a esas vamos podríamos oír en la campaña de Vázquez Mota un spot que dijera:"Josefina es una política incluyenta, coherenta y conscienta de la problemática existenta en el país. Josefina es diferenta." ¿Gacho, no?

Lo curioso de todo este asunto es que, a pesar de todos los choros teóricos que podamos esgrimir desde nuestro puritanismo idiomático, hay un poder superior que todo lo hace factible: la fuerza del uso. Y es precisamente gracias al uso extendido de la palabra presidenta que la Real Academia Española de la Lengua (www.rae.es) acabó aceptando este término desde 1984 y lo define así:

Presidenta.
f. Mujer que preside
f. coloq. Mujer del presidente.

El Diccionario Panhispánico de Dudas también la acepta y explica: “Por su terminación, puede funcionar como común en cuanto al género (el/la presidente...pero el uso mayoritario ha consolidado el femenino específico presidenta”.

Así es que, queridos amigos, no nos queda más que apechugar e irnos con nuestro berrinche a otro lado. Asunto resuelto. Chepina podría ser la primera presidenta, cuando menos en el diccionario.



Si te gustó este dislate, te agradecería que te suscribieras poniendo tu dirección de correo electrónico en la parte derecha de este blog. Así te aviso en cuanto suba otro texto. Gracias por montones.





Si aún no lo has hecho y no tienes inconveniente, suscríbete al blog. Mil gracias.