jueves, 8 de diciembre de 2011

De Peña Nieto a la Navidad

Un resbalón que da peña.

Cada vez que veo en la tele el momento en que Peña Nieto zozobra sin piedad divina en el pantano al que fue a meterse solito cuando trata de capotear la embestida de un periodista que le cuestiona sobre los libros que lo han marcado en su vida, yo experimento una suerte de pena misericordiosa y aflora en mí el LLanero Solidario de mi subconsciente.

   Qué mal pensados nos hemos vuelto. Si Peña Nieto no respondió con contundencia, astucia intelectual o habilidad retórica -ni de ningún otro tipo- pudo deberse a razones muy distintas a las que, destructiva y malsanamente, los pendejos de la prole usamos para mofarnos de él en medios de comunicación y redes sociales.

   ¿Por qué dudar de la cultura del precandidato cuando los motivos de su tropezón pudieran ser algunos menos inicuos? En descargo de la víctima propongo las siguientes hipótesis:
 
a) Abrumado por el alud de títulos que irrumpieron en su mente, su problema no es falta de cultura sino de buena memoria.
 
b) Ha leído infinidad de libros pero ninguno de ellos lo ha dejado marcado. ¿O qué a  fuerza todos debemos llevar alguna cicatriz literaria?
 
c)Tiene información privilegiada según la cual La Silla del Águila en realidad fue escrita por Enrique Krauze y Carlos Fuentes sólo fue un prestanombres.
 
d) Contestar que la Biblia lo había influenciado era respuesta más que sobrada a la pregunta original. El periodista le pidió que mencionara sólo 3 libros y la Biblia tiene del Génesis al Apocalipsis ¡73 libros! 

   Pensemos en ello aunque sea por otorgarle el beneficio de la duda. No hay que ser tan montoneros.


Navidad, adornitos y villancicos.

   Una de las cosas que más me gustan de la Navidad es que me permite darle rienda suelta al cursi que reprimo el resto del año. 

    Empieza apenas diciembre y ya se nos cuecen las habas por ir a comprar el arbolito, de preferencia natural, para que toda a casa se impregne de olor a pino. Pero el arbolito no es suficiente. Es menester para todo cursi de temporada, como este servidor, decorar la casa con todo tipo de arrequives y perifollos como moñitos dorados, muñequitos con bufanda, renos de fieltro, monos de nieve inflables -un paisaje bastante bizarro en una ciudad donde una nevada es un fenómeno que se presenta con menos frecuencia que un cambio de líder sindical en nuestro país, lo cual ya es mucho decir-.

    Y qué decir de la música navideña. En este polémico rubro sí tengo mis límites pero no por ello me libro del dedo flamígero de los matacursis. Por salud prefiero abstenerme de escuchar villancicos españoles que hablan de peces esquizofrénicos que beben en el río, y que, pobrecitos, beben y beben y vuelven a beber. En su lugar me vuelvo proclive a oir con gozozo cinismo los standards navideños en inglés, desde los temas obligados para la temporada cantados por Bing Crosby y su cursi e inconfundible pero indispensable White Christmas, pasando por Sinatra, Dean Martin, Tony Bennett, Johnny Mathis, Nat King Cole o el inefable y recontraclásico album navideño de Andy Williams titulado Live Christmas Treasures. Por cierto, hay un album producido en 1963 por Phil Spector llamado A Christmas Gift For You, donde intervienen conocidos artistas de la época, recomendable hasta la pared de enfrente.  Sé que algunos músicos que conozco -de los buenos- quieren excluirme por ello de su lista de amigos de Facebok, pero a mi se me hace que en estas fechas a ellos también se les hace ponche la sangre y se despachan unos buenos villancicos en sus toquines.

    Confieso que que me gusta ir de compras, que disfruto de regalar y de que me regalen, que la cena de Noche Buena me produce un placer que ya lo quisiera Epicuro, que el recalentado del 25 raya en lo sublime y que me ataca descarnadamente la dicha ver a mi familia reunida y feliz. ¿Ya ven por qué les digo que me pongo cursi, cursi, pero cursi?

    Y ya me voy porque no quiero que me vean llorar.

Feliz Navidad.

martes, 1 de noviembre de 2011

Los primeros 10 años del iPod ¿serán los últimos?


Todavía recuerdo con lujo de detalles la tarde de agosto del 2002 en que compré mi primer iPod. Steve Jobs lo había presentado en sociedad, cual regordeta quinceañera, unos meses atrás, el 23 de octubre del 2001. Yo aproveché un viaje a Estados Unidos para adquirirlo en la tienda Apple. 325 dólares tan verdes como caros. Era -es, aún lo atesoro- blanco, bonito, con la ruedita al centro y 10 gigas de almacenamiento en un disco duro, suficiente para guardar ahí más música que la que podría escuchar por varios días sin parar y sin repetir. Perfecto para una bacanal de proporciones épicas.

¿Les digo la neta del planeta? En el fondo de mi corazoncito de pollo no sabía muy bien para qué me iba a servir. Sí, podía traer más de 2000 canciones... ¿y? Ya tenía montones de cd´s en mi acervo y en mi computadora podía oir toda la música que quisiera. Además el bicho aún carecía de adaptadores para hacerlo sonar en el estereo (término setentero) del auto, que en ocasiones es donde más música escucho para aligerar el cochino estrés. Pero algo me decía que debía tener un iPod. Me lo decía la misma vocecita interior que años después me aconsejó que comprara un iPhone y más tarde me ordenó que me hiciera de un iPad, en una especie de inevitable salto de fe que debe dar todo militante de Apple. Quedaba claro que a la vocecita le importaba un carajo el dinero que me hacía gastar.  Pero debo admitir que al final tuvo razón.

10 años después nadie puede dudar que el iPod es, por lo menos, el reproductor de música que se debe tener si se quiere estar a la altura de las frenéticas ansias de consumo musical del mundo en que sobrevivimos. Nos ha cambiado los hábitos de adquirir, almacenar, escuchar, compartir -y demás verbos relacionados- música.

Este dispositivo se volvió en una especie de espejo de nuestra conciencia cultural individual. Dime qué traes en tu iPod y te diré quién eres. Ya lo dijo el profeta: “Por sus iPods los conoceréis”.

El iPod no fue el primer reproductor portátil de música de la historia.  Basta con acordarnos del Walkman (80´s) y del Discman (90´s), ambos de Sony. Y habrá quien se sorprenda de saber que tampoco fue el primer reproductor de mp3, hubo otros intentos nada exitosos. Pero lo que en manos de esas compañías precursoras eran extrañas cajitas no muy amigables, en las manos de Steve Jobs se convirtiieron en objetos de deseo, en oro puro. ¿Mercadotecnia? Sin duda, pero cuando la estrategia de imagen está sustentada en un producto con genio, alma y visión, puede alcanzar resultados de trascendencia generacional.

Los que saben mucho del universo de la tecnología afirman que el iPod, a sus 10 años de existencia, empieza a presentar signos de algún mal terminal . Por lo pronto es casi un hecho que las versiones Classic y Shuffle están por ser descontinuadas de la línea de producción en Cupertino. Y es posible que el ciclo de la vida se está cerrando para el iPod en todas sus modalidades. Su certificado de defunción pondrá: muerte asistida. Y es que sus primos ricachones, el iPhone y el iPad le han venido quitando el suministro de oxígeno. En la medida en que estos dispositivos -que ya traen incluido un iPod impostor- se han metido despiadadamente en nuestras vidas, el verdadero y original iPod ha ido perdiendo sentido. Finalmente, a estas alturas ¿quién quiere traer dos dispositivos -un iPhone y un iPod, por ejemplo- pudiendo portar solamente uno?

A partir del 2008 las ventas de la línea iPod han bajado con franqueza, una franqueza que envidiaría cualquier político mexicano,. Y su volumen de ventas ya sólo representa el 5% de los ingresos de Apple. Qué gacho. Quién diría, quién diría -diría el poeta Arjona- que esto le sucedería al otrora producto estrella de la compañía de la manzana mordida.

Pero, independientemente de lo que suceda, el legado del iPod es innegable. El daño ya está hecho. Las reglas imperantes en la industria de la música cambiaron para siempre y nuestros hábitos también.

 

Hoy celebremos los 10 años del iPod     recordando aquel 23 de octubre de 2001  cuando Steve Jobs lo presentaba frente a  una audiencia no tan numerosa -ni tan  entusiasta- como la de los años posteriores y en un escenario que ahora se percibe austero. Ese día inició una nueva era para la música.





UNA COSA MÁS...

Por puritita curiosidad:
¿Ven alguna similitud entre estos 2 aparatos? El de la izquierda es un radio de los años 60 fabricado por  la compañía Braun -denominado T3- en el cual se inspiró Jonathan Ive, diseñador industrial de Apple, para crear el primer iPod. Nada nuevo bajo el sol. Digo, sin quitarle ningún mérito a Mr. Ive.



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martes, 30 de agosto de 2011

VocaBurlario

Escudriñando en las catacumbas del lenguaje, se me revelaron algunas definiciones que seguramente no le serán a nadie de utilidad alguna. Pero aquí están.

Glosario sobre 
religiones del mundo.

Catolicísimo: Que practica la religión católica en grado extremo. 

Filartrópodo: Animal invertebrado, articulado externamente, notable por su amor al prójimo.
 
Inglesia: Church.
 
Islomismo: Religión igualita al Islam.
 
Obispero: Enjambre de Obispos. Cónclave.
 
Papisa: Mujer que ejerce el papado católico. No confundir con Papiza: Atracón de papas.
 
Popol-¡Buh!: Libro sobre la mitología de los reyes mayas. Su final es sorpresivo y asusta.
 
Pulgatorio: Lugar donde las almas de las pulgas pagan sus pecados mediante penitencias para ir después a gozar de la Gloria, a quien picarán por toda la eternidad.

Semimarista. Que está en vías de convertirse en hermano Marista.

martes, 16 de agosto de 2011

...y líbranos del PowerPoint, amén.

No soy un rencoroso ni predico con la animadversión -en primera porque no sé qué significa esa palabrota y en segunda porque no soy predicador de nada-, pero debo aceptar que hay cosas en la vida que me repatean el hipocondrio derecho, justo donde está el hígado. Es de suponer que la lista debería estar encabezada por ejemplo: por la corrupción que brota de las alcantarillas, la teacher Gordillo y toda la insufrible fauna política de México, Hugo Chávez desde luego, pero esos son lugares comunes. Voy a mencionar algo mucho más trivial que por ahora abandera la lista: los emails con mensajes hechos en PowerPoint.

Tuvieron su época pero creo que ha llegado la hora de ponerles un enérgico, decidido y global hastaquí. Yo ya lo vengo haciendo desde hace tiempo y creo que gracias a ello me he ahorrado varias horas de mi inútil y chacotera existencia.

Sí, señoras y señores, los exhorto a ponernos en suspensión definitiva de hacer, leer, reproducir, enviar, propagar y almacenar cualquier archivo para internet de los llamados powerpoints.

No sé a ustedes pero a mi me llegan este tipo de mensajes por correo electrónico casi todos los días.  En algún momento yo también caí en la seducción somnífera de estos audiovisuales con fotos de archivo y letras de colores que entran a pantalla haciendo simpáticas piruetas, casi siempre con pensamientos inspiradores, emotivos, políticamente correctos y, por regla general, aburridos hasta la casa del vecino.
Por mucho tiempo los abría y haciendo acopio de paciencia esperaba que acabara la presentación, un poco por curiosidad y otro tanto por consideración al remitente, pero siempre con la esperanza de que en algún momento cercano terminara aquella secuencia de imágenes de animalitos, o de evocaciones bíblicas, o qué se yo, sobre las cuales aparecían grácilmente textos con temas variados -odas a la amistad, invocación a algún santo, reflexiones sobre la paternidad, consejos para salvar al planeta, etc-, todo aderezado con música de violines o new age y a veces hasta se podía oír la voz de algún locutor con acento español.

Imagen: www.cio.com.au/article/392397/#
Tiempo después cambié la táctica y lo que hacía era darle un repasón a la presentación haciendo un click tras otro para hacer que las imágenes transcurrieran lo más rápido posible. Y siempre me quedaba con la sensación de haber perdido varios minutos miserablemente. No es que mis minutos valgan mucho pero son míos y son  los únicos que tengo.

Por eso tomé la decisión radical de no abrir ni leer más un powerpoint.

A lo mejor estoy dejando salir al fundamentalista que llevo en mis entrañas, pero además de aburridos, cursis y de que quitan mucho tiempo, los powerpoints también nos restan invaluable espacio del disco duro. ¿Necesitan ustedes más megabytes para música? Borren todos los archivos PowerPoint que encuentren en su bandeja de correo o en su carpeta de archivos descargados. Se van a sorprender.


Y no estoy solo. En Suiza, un país de avanzada que no tiene que preocuparse por resolver temas como el transporte público, ni evitar que crezca el número de pobres entre los pobres o disminuir la tasa de descabezados colgados de puentes,  se ha creado el Partido Anti-PowerPoint (www.anti-powerpoint-party.com).

Imagen: www.anti-powerpoint-party.com
Este organismo considera que estas presentaciones son aburridas, poco informativas y estropean nuestra capacidad de pensar.

Para sustentar su causa el partido esgrime números interesantes. Asegura que el programa de Microsoft provoca en Suiza pérdidas anuales de unos 2,500 millones de dólares por concepto de horas de productividad en virtud de que una cantidad importante de empleados asiste a  presentaciones de PowerPoint que resultan ociosas y soporíferas. Por tales motivos, el organismo busca que este software sea declarado ilegal en Suiza. ¿Cómo la ven?

Quiero terminar pidiendo perdón públicamente a mis amigos y familiares que con toda buena intención me envían algunos  de estos emails por semana. Espero que esta declaratoria subversiva no les pise algún callo. No se me enojen. Sigamos tan cuates y tan familiares como siempre. Los quiero, nunca cambien. Sólo les pido que escuchen mis plegarias y ya no me envíen más powerpoints.



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miércoles, 27 de julio de 2011

Amy Winehouse y el macabro Club de Los 27

El sábado 23 de julio pasado nos despertamos con la triste noticia de que la brillante compositora y cantante Amy Winehouse había sido encontrada sin vida en su departamento en Londres.
Triste por donde se le vea. La juventud  que se trunca por la muerte acaba por ponerle un extra de limón  al ya de por sí amargo trance por el que pasan los que se quedan en este mundo y que tienen algo que extrañar del difunto en cuestión. La familia en primer lugar, por supuesto. Pero el mal trago adquiere dimensiones virales cuando, como en este caso, los deudos del occiso no son solamente sus parientes y amigos cercanos sino que es un gremio bastante más extenso y amorfo. Podríamos decir que los deudos somos todos. Al menos todos los que admiramos el trabajo musical de esta artista -proclive al alcohol y enervantes varios- en cuyo apellido llevaba su karma. 
Hubo quien predijo con mucha anticipación que su muerte llegaría muy formal a la cita de los 27 años, ese compromiso que la huesuda hace con algunos elegidos que cumplen cabalmente con el perfil de Winehouse y que juntos conforman el siniestro Club de los 27.
En los 60´s y 70´s el reinado del LSD, la mariguana y la heroína en la frenética vida cotidiana de las estrellas de la música, en combinación con el alcohol que algunos de estos personajes consumían como agua de uso, cobró algunas facturas con ISR, IVA y IETU incluidos.
Ya sé que se ha hablado sobradamente del tema pero con el cinismo de quien tiene un blog y en él pone lo que se le da la gana, recordaré de pasadita a los más célebres miembros del Club de los 27. ¿Debo repetir que todos los afiliados a este club murieron a la edad de 27? Creo que no.
BRIAN JONES, guitarrista de The Rolling Stones, fue encontrado muerto en su piscina el 3 de julio de 1969. Aunque la causa de su muerte está referida simplemente como ahogamiento, los entendidos no se ponen de acuerdo en qué produjo éste: una sobredosis, un ataque de asma o hasta un asesinato. Lo cierto es que las drogas ya habían dejado huellas profundas en la vida de Brian Jones.






JIMI HENDRIX, uno de los guitarristas más influyentes de su tiempo, se ahogó en su propio vómito mientras dormía después de haber consumido alcohol y somníferos -ambos en cantidades no aptas para amateurs- el 18 de septiembre de 1970.
JANIS JOPLIN, cantante excepcional, grababa su histórico disco Pearl y aquel 4 de octubre de 1970 decidió salir a relajarse después de un largo día de trabajo en el estudio. Se amenizó la noche con alcohol y heroína, algo en lo que ya tenía alguna experiencia, pero ese día estaba sola y no hubo quien le diera ayuda alguna. La combinación fue mortal.






JIM MORRISON, cantante, compositor y figura central de The Doors, murió, al igual que Brian Jones, un 3 de julio pero de 1971. Se le encontró en la bañera de su departamento en París. Como suele pasar con estos personajes enigmáticos, las causas de su muerte siempre parecen turbias, aunque no lo sean. Sin haberle practicado la autopsia, la causa oficial es un paro cardíaco. Otra vez, ¿sobredosis?, ¿suicidio?, ¿homicidio?, sepa la bola.
KURT KOBAIN, se dio un tiro en la cabeza y fue descubierto su cuerpo sin vida el 8 de abril de 1994 en su casa en Seattle. Sus adicciones y estados depresivos eran más duros que el rock de su banda Nirvana, de la que era guitarrista y cantante. 

No crean ustedes que la lista de músicos del Club de los 27 termina ahí. Son muchos más, aunque menos célebres.
Y para terminar, un bonito mensaje para todos los mexicanos: en estos tiempos difíciles en  que el ánimo nacional no está precisamente rebosante de algarabía y que nos hacen falta razones para sentirnos orgullosos, no es en mala onda pero vale la pena recordar que nuestro país -a pesar de sus demonios internos, o mejor dicho, gracias a ellos- logró colar a esta selecta élite a un ilustre integrante: VALENTÍN ELIZALDE, a quien el crimen organizado asesinó el 25 de noviembre del 2006 a la edad de 27.
Con el debido respeto para la memoria de El Gallo Elizalde, pero hay de clásicos a clásicos. Ni modo.



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lunes, 4 de abril de 2011

La manzana de la fidelidad

Me la volviste a hacer, Jobs. Siendo como soy, una persona consciente de que la tecnología avanza mucho más rápido que la ignorancia, decidí comprarme hace apenas cinco meses un iPad, a pesar de que ya se rumoraba que tramabas rediseñarla, usándonos a los primeros incautos como conejillos de indias, dándonos en esta primera versión sólo una probadita de tu invento para dejarnos picados, para hacernos adictos a tu artilugio post-moderno, como es tu perversa costumbre, aprovechando nuestras quejas y sugerencias, tomando nota de ellas, para luego verterlas en la siguiente entrega de la serie. Aún sabiendo todo esto y conociendo tus canalladas, Steve Jobs, me arriesgué y me embarqué en la temeraria compra de un iPad a ¡18 meses! La verdad es que no podía esperar más, no resistiría ver a los demás sacando sus artefactos en el Starbucks y yo, como el chinito, milando y copelando. Sabía que la amenaza de un segundo modelo del bicho éste estaba latente, pero tenía la esperanza de que esto tardara por lo menos un añito más. Sin embargo, a pesar de mis súplicas al creador, hincándome y con brasas en las palmas de mis sufrientes manos mirando al cielo, en marzo anunciaste que ya había un iPad 2. Bonita fregadera. Y ahora ¿quién podrá defenderme? Mi tarjeta de crédito se reirá de mi a carcajadas hirientes por un año más y yo me revolcaré en el dilema de comprarme el nuevo iPad 2 o esperar a saldar mi deuda. Me la volviste a hacer, Jobs.

Esa es la historia de mi vida y eso me pasa por serte tan fiel. Hace 24 años compré mi primera computadora Apple, ¿te acuerdas Steve? Era una Macintosh Plus con un imponente megabyte de memoria en RAM y sin disco duro. Lo más duro que tenía era el precio. También me vendiste una impresora láser que se llamaba Laser Writer Plus -nombre que suena a algo así como la Nimbus 2000, la escoba voladora de Harry Potter-, que imprimía a 300 megapixelotes, también adquirí todas las aplicaciones disponibles para Mac en ese momento. Desde entonces te he comprado algunas computadoras,  por trabajo y por placer.

Cuando lanzaste uno de tus más inteligentes y transformadores inventos, el iPod, yo fui uno de los primeros en correr por el mío sin saber todavía con certeza para qué me serviría. Eso se llama fidelidad, Jobs. Poco tiempo después pusiste a tu horda de científicos locos de Cupertino a trabajar en nuevas versiones del iPod y así nació el iPod Nano, Shuffle, Video y no sé cuántos más. Lo mismo pasó con el iPhone y toda su descendencia. No acabo de exprimirle el jugo a uno cuando ya lanzas el que sigue.

Y qué decir de toda la música que he bajado de tu tienda iTunes. Te acuso de haberme quitado el hábito de comprar discos compactos, como lo hacía antes del iPod. Y los dueños de las tiendas de discos te acusan de haberles echado a perder el negocio. Creo que hasta Mixup y Sanborns están de capa caída. Caray, pobrecito de Carlos Slim.

He contagiado de tu filosofía tecnorrevolucionaria a más de uno de mis amigos y he sido tolerante con los que no comulgan con tus ideas. Mas si osare un extraño enemigo invitarme al ring a defender al iPhone o el iPad frente a una Blackberry o una tablet Galaxy, entonces sí que aflora el canino que habita en mi y les atizo hasta con las latas de atún.

Te confieso que he sido muy feliz con tus gadgets, tanto que admito padecer un cierto grado de adicción, acotada afortunadamente por mi presupuesto que no es muy de presumir. He conocido en el camino a varios personajes -cuyos nombres omitiré, no por respeto a su identidad sino porque no me acuerdo- que me han referido sufrir de adicción a tus invenciones y los he visto sacar de sus portafolios o de alguna maleta una variedad sorprendente de aparatejos como los ya mencionados además de memorias USB, cargadores de viaje y solares, cámaras web de alta definición, cables, en fin. Un apreciado amigo médico -de cuyo nombre sí me acuerdo- me contó que fue a visitar al psiquiatra porque lo que más le hace sufrir de su adicción, no es no tener dinero con qué comprar más dispositivos, sino que, teniéndolos todos, no haya más gadgets qué comprar. A él le urge que inventes otro, Steve.

Ahora mismo, ¿qué aparatejo crees que estoy empleando para escribirte estas líneas? Adivinaste canallón, estoy frente al iPad que te compré y del cual debo todavía 13 mensualidades facilitas. Y no sólo eso, estoy usando también, no el teclado virtual integrado en el iPad -que por cierto, aquí entre nos, deberías mejorar- sino un teclado inalámbrico que compré, claro, en una de tus tiendas Apple. ¿No crees que alguien como yo merece cortar una flor de tu jardín o, para usar una metáfora más apropiada, darle una mordidita a tu icónica manzana? ¿No te parecería un detallazo de tu parte sorprenderme, por decir algo, este día del padre y enviarme de regalo un iPad 2? Te diría que puedo esperar al día de mi cumpleaños que es en octubre pero ya estoy que se me cuecen las habas.

Esperaré ansioso tu respuesta. Por ahora me despido porque tengo que ir corriendo a pagar mi tarjeta de crédito.

Me debes una, Steve.



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miércoles, 23 de marzo de 2011

Enredados

Parte 1

Ahora caigo, las redes sociales no sólo se llaman así porque van creando un tejido de usuarios que tienen algo o mucho en común, sino porque además, como redes que son, nos hacen caer en ellas y después es muy difícil escapar.

Yo no me considero un facebookero o twitero de grandes ligas. Soy más bien un principiante que se avienta sus cascaritas en este universo todavía inexplorado. Pero debo aceptar que hay ciertos aspectos de las redes sociales que empiezan a seducirme y, como ser humano normal que creo ser -o quizá algo aún peor-, abundan en mí las debilidades y me gusta repetir la experiencia de la seducción con alarmante frecuencia. Me causa una epicúrea sensación entrar al Feis o al Twitter y escudriñar en las entrañas y telarañas de todo lo que ahí se dice, se declara, se confiesa y se niega, y qué placer poder participar con mi granito de arena en esta bacanal aportando mis ideas, aunque crea que éstas no le importen a nadie. Siempre hay un roto para un descosido y nunca faltará alguien que, aunque sea por error, pasará su vista sobre mis barbaridades. Qué placer. Y creo que ahí radica el éxito de estas redes. Todos podemos decir en ellas lo que se nos viene en gana, y la experiencia hedonista recibe su corona cuando los demás nos ponen un "me gusta" o, mejor aún, nos dejan algún comentario que nos anima a seguir infestando la web con nuestras hondas reflexiones. Por ejemplo, antes de pertenecer a una comunidad como Twitter, la mayoría de los mortales de a caballo no teníamos un foro donde dejar que aflorara un bonito e inspirado pensamiento. En cambio ahora podemos decir sin calambre alguno cosas de este calibre: "Como un tsunami en Japón, puede hacer que tus olas me revuelquen el maldito corazón". (Dulce María dixit, si no la conoces, en realidad no importa) ¿Sublime,no?

Tengo algunos amigos que me van reportando, a mi y a todos los demás de su lista, sus actividades diarias con precisión cronológica. Gracias a Facebook podemos conocer relevantísima información como la hora en que se levantan de la cama y su ánimo del momento: "Buenos días a todos, ¡a darle!"; su estado de salud también es importante: "en cama con 39 de calentura, a puro caldito de pollo"; también nos enteramos de sus gustos musicales: "escuchando una buena rolita de La Arrolladora en el gym"; podemos tener conocimiento en tiempo real de sus conflictos interpersonales: "En la oficina, soportando al desgraciado de mi jefe", y también podemos satisfacer nuestro cochino morbo al enterarnos que la situación sentimental de fulana o zutano es complicada. ¿qué pepinos quiere decir complicado? Quizá sea el momento oportuno de acercarnos a esa persona en ese estado vulnerable y darle un toque. Quienes conocen Facebook saben a qué me refiero -la más aburrida manera de darse un toque-. Existe también el motivador que nos propina a diario alguna frase sacada de algún libro de autoayuda. Por otro lado tampoco falta el entusiasta que todas sus entradas las culmina con un provocador "... awebo!!!"

También gracias a Facebook he podido hacer detección temprana de la preocupante afición por la bebida de algunos queridos amigos. En por lo menos 9 de cada 10 comentarios que ponen se están empujando un whisky o un tequilita.

Otros nos aprovechamos de estas redes y sobre todo de la buena voluntad de nuestros amigos para invitarlos a leer nuestros aburridos blogs.

En fin, estos escaparates que constituyen las comunidades virtuales nos permiten conocernos hasta en calzones aún entre aquellos que nunca hemos intercambiado una sola palabra en persona.

Por último, ¿qué decir de la maravillosa experiencia de ser felicitado por 300 amigos el día de nuestro cumpleaños? Mis cumples se dividen en antes y después de Facebook. Antes hasta yo olvidaba que era mi aniversario. Ahora espero ese día con ansias sólo para regocijarme con la emoción de sentir que muchas personas -muchas más que nunca antes- se acordaron de la fecha. Lo único que había hecho falta para recibir tal avalancha de buenos deseos eran dos cosas: tener esa cantidad de amigos y que alguien les recordara a todos ellos que era mi cumpleaños. Facebook hizo la magia.


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miércoles, 9 de marzo de 2011

Apocalipsis Now


No están ustedes para saberlo ni yo para callármelo, pero fui amablemente invitado –lo cual agradezco- junto con otros ciudadanos distinguidos –ellos, yo no- a formar parte del consejo editorial del periódico MURAL de Guadalajara, para dar algunas opiniones acerca de la muy leída sección Gente, cuya vocación editorial tiene mucho que ver con el mundo del espectáculo. En Gente conviven, en envidiable promiscuidad, los últimos chismes de los artistas y elevadas notas sobre cultura, lo que sea que esa palabra signifique, pasando por temas y noticias sobre cine, televisión, música, etc. Para poder emitir algún comentario en las juntas del Consejo, es indispensable convertirse en sistemático lector de esta sección. Y yo, a quien los chismes del corazón tenían tan sin cuidado, no saben ustedes de las cosas que me he enterado.

Por mencionar sólo algunos de los acontecimientos ocurridos en lo que va del mes, he tenido conocimiento, por ejemplo que Javier, el ex Garibaldi, sufrió un tremendo accidente manejando moto -y además conduciendo una motocicleta-. Supe que vio de cerca a la huesuda -y no me refiero a la alcaldesa de Totatiche con quien se topó de frente- sino a la parca, la catrina, la dientona, o como le quieran llamar. Buen susto el que nos dio. No, mi Javis, no nos hagas eso. No hagas trizas, como lo hiciste con tu moto, nuestro sueño de ver a los Garibaldis reunidos otra vez.

Por si lo anterior fuera poca cosa, vino el verdadero catorrazo de catorrazos. Bueno, no lo puedo ni escribir porque la mano me tiembla y una lágrima asoma en mis oclayos. El pasado fin de semana Lucero y Mijares ¡anunciaron su separación! Piedad, Señor. Dos desazones nos ha causado Lucerito: la primera cuando hizo público que se nos casaba y todos los caballeros de México, perdón, de América, sentimos que habíamos perdido a nuestra novia; y cuando ya por fin nos habíamos encariñado con Manuelito, ¡zaz! nos asesta el golpe final. ¿Qué será ahora del soldado del amor sin su Chispita?

Justo cuando terminaba de escribir sobre estos desafortunados acontecimientos que ha dejado desolada el alma farandulera que todos llevamos dentro, leo de última hora -y esto sí que me pone triste en serio- que ha sido despedido en definitiva Charlie Sheen de la serie Two and a Half Men. Parece ser que Sheen, a causa de su demencia galopante, encontró muy divertido patear el pesebre profiriendo críticas a diestra y siniestra en contra de Chuck Lorre, el productor de la serie, además de protagonizar  otras declaraciones y conductas ególatras, megalómanas y prepotentes. López Obrador parecería un niño de kinder junto a Sheen.  El futuro de Two and a Half Men parece simplemente ya no exisitir,  lo cual es una pésima noticia para los fans, entre los cuales me confieso estar.

No cabe duda que cuando la vida se ensaña, es muy canija y despiadada.


¿Serán señales del apocalipsis?

Juan Miguel Portillo

jueves, 24 de febrero de 2011

¿En qué se parecen Gadafi y Goofy?

Afirma el dicho que chango viejo no aprende maroma nueva, y los que tenemos cierta edad (eufemismo para definir a cualquier etapa de la vida en la que no se es joven) nos ponen a reaprender cosas que ya ni nos cuestionábamos. A raiz de las revueltas en el medio oriente -que más bien anda medio desorientado- han vuelto a salir a la luz de los medios los nombres de viejos dictadores como el de Gadafi. Me lleva, ¿por qué me cambian la pichada?, si ya tenía bien macheteado que su apellido era Kadafi.

Otro cambio brusco en mi acervo de nombres de la infancia, aunque en rubros menos turbulentos, fue el que se le hizo a Aladino el de la lámpara maravillosa que luego, gracias a la magia de Disney resultó ser Aladín. Algo parecido le ocurrió al perro con cretinismo que varias generaciones conocimos como Tribilín y que de buenas a primeras nos avisaron que su verdadero nombre era Goofy.

Las marcas reconocidas no se escapan de estos movimientos: Nike, pasó de decirse Naic a Naiqui¨; Nissan, que antes pronunciábamos Nissán, ahora se les ocurrió que se oye más chic si decimos Níssan, con acento en la i.

Lo mismo sucedió con la capital china Pekín, que sin más ni más pasó a ser Beijing por decisión de no sé quién. Qué, ¿ahora los famosos perritos se denominarán beijingeses?

Si seguimos así, al rato tendremos que decirle al mundo que el nombre de nuestro país no se pronuncia Méjico, ni mucho menos Mecsicou, sino Méshico, en apego al fonema SH que los españoles no supieron escribir y acabaron endingándole la X.


Juan Miguel Portillo
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