viernes, 25 de septiembre de 2015

Curiosidades septembrinas

     Para México, septiembre es un mes particularmente pródigo en fechas históricas y de carácter cívico. Y si ahondamos un poco, podemos encontrar en ellas más curiosidades que espinillas en un adolescente.

1º de septiembre

     Empecemos el recuento por el principio, y qué mejor principio que el día uno. Todos los días primero de septiembre los presidentes de la república hacen entrega de su informe de gobierno al H. Congreso de la Unión, donde la H, créalo o no, significa honorable. Hace ya algunos años terminó la bonita tradición en la que ese día el presidente en turno acudía a la cámara de diputados a rendir su informe de gobierno frente a una asamblea rebosante de eufóricos simpatizantes que aplaudían aproximadamente cada 30 segundos. Con el tiempo, cuando las cámaras legislativas empezaron a ser políticamente plurales -lo cual, irónicamente, las hizo muy singulares-, a los asistentes al informe les dio por sentir el derecho y la libertad de propinar rechiflas al ciudadano presidente también cada 30 segundos. Cada vez lo pelaban menos y lo interpelaban más. Como resultado de ello, en la actualidad el primer mandatario rinde su informe el día 2 de septiembre, pero ahora con sus cuates y frente a otra cámara: la del Canal de las Estrellas.

13 de septiembre

     Este día recuerda la gesta heroica de los Niños Héroes, que en realidad no eran tan niños. Sus edades estaban entre los 14 y los 19 años, es decir, los “niños” ya estaban en edad de picar y hacer roncha.

     Y, como veremos enseguida, tampoco algunos de ellos fueron tan héroes, con perdón de su memoria -de su descendencia, no, porque no tuvieron- y de la historia oficial. Quizá sería más acertado llamarles mártires.

     La invasión norteamericana de 1847 tuvo su momento culminante en la batalla que se libró en el castillo de Chapultepec, sede del Colegio Militar, resguardado por un flaco ejército mexicano que fue avasallado rápidamente por los gringos. Al verse acorralados, los mandos del colegio intentaron poner a salvo a los jóvenes cadetes, -que estaban ahí para estudiar y no para agarrarse a moquetes con invasores- evacuándolos del castillo en improvisada estampida, haciendo descender a los pobres muchachos por las laderas del cerro a merced de las tropas enemigas. La mayoría de ellos fue cazada al intentar escapar de la refriega. Qué friega. Según algunos testimonios, muy escasos por cierto, de los seis mencionados Niños Héroes, solo Juan De la Barrera se negó a abandonar el castillo y murió heroicamente en su puesto de guerra y Agustín Melgar falleció en el hospital después de haber combatido fusil en mano, pero los demás, que eran muchos más que seis, fueron interceptados por las balas cuando intentaban escapar. 

     De este episodio también se desprende el mito de Juan Escutia -que no era alumno del colegio, por cierto, sino probablemente miembro de un batallón que había acudido a reforzar la defensa del castillo - de quien cuenta la leyenda oficial que al ver que los enemigos habían ganado terreno en su asedio, se arropó en la bandera nacional que ondeaba en el asta del castillo y se tiró al vacío (bueno, más bien a un despeñadero, no vacío, sino lleno de rocas y árboles) impidiendo así que el lábaro patrio fuera mancillado por Masiosare, el extraño enemigo que se inmortalizó gracias a nuestro Himno Nacional. Según el historiador Alejandro Rosas, “los partes militares norteamericanos demuestran que capturaron todas las banderas habidas y por haber y ninguna la recogieron de cadáver alguno.” La falacia al descubierto.

15 y 16 de septiembre.

     Estos son los días más emblemáticos del llamado mes patrio, donde tienen lugar los festejos de la Independencia de México. Es este pasaje de nuestra historia nacional el que le da a la temporada ese pintoresco matiz que vemos por todas partes. Los vendedores ambulantes y tiendas de  disfraces ofrecen productos típicos mexicanos hechos en China, entre los cuales encontramos mostachos alacranados tipo Emiliano Zapata, sombreros altos de paja, sombreros de charro, cartucheras cruzadas al pecho y vestidos de adelita, que más bien recuerdan a la época de la Revolución y para nada a la Independencia; pero ninguno vende calvas postizas tipo Hidalgo, paliacates a la Morelos ni tampoco patillas postizas a la usanza de Allende. 

     El 15 es la noche del Grito y los mexicanos nos lo tomamos en serio. O acaso debería decir que tomamos en serio, en su acepción de beber. Porque la fecha es de lo más propicia para entrarle con patrio fervor a nuestros alipuses nacionales, como el tequila o el mezcal. O al ron y al whisky, no importa. Durante estos festejos los negocios de comida, bebida, bailongo y pachanga hacen su agosto con un mes de retraso. 

     Como todos sabemos -o deberíamos saber-, el 16 de septiembre de 1810 fue el día que Miguel Hidalgo hizo el llamado a la insurgencia en Dolores, Guanajuato, iniciando el borlote que se prolongó por 11 años. Sin embargo la ceremonia del Grito de Independencia se celebra la noche del 15. Existe la creencia extendida de que este cambio de fecha se debe a la gracia de Porfirio Díaz, quien celebraba su cumpleaños el día 15 y aprovechaba la euforia popular (y el presupuesto nacional) para organizarse tremendos guateques. Pero, para desazón de los sospechosistas históricos, quien instauró esta modalidad de celebrar el grito los días 15 a las 11 de la noche fue Antonio López de Santa Anna en 1845, con el fin de no tener que levantarse temprano nunca más el 16 a hacer el numerito de la ceremonia. Recordemos que Su Alteza Serenísima gobernó el país nada más 11 veces. Madrugar también cansa.

     Luego el día 16 es el asueto obligado, muy conveniente para curarnos la cruda. Cuando esta fecha cae en viernes o lunes, alargando el fin de semana, los mexicanos gritamos con patriotismo exultante: ¡que vivan los héroes que nos dieron puentes!

19 de septiembre.

     No podemos dejar de recordar cada año los sismos que azotaron a la Ciudad de México en 1985. Un suceso que sacudió la tierra pero también la conciencia, la solidaridad y la cultura de la prevención del país entero.

27 de septiembre.


     Se conmemora la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México en 1821, hecho que marca el fin de la guerra de independencia. Esta fecha  es recordada principalmente porque casi nadie la recuerda.

30 de septiembre.

     Es el aniversario del natalicio de José María Morelos, héroe de la gesta independentista. Pero incitemos al chismoso que habita en todos nosotros. El general Morelos, considerado todo un prohombre, era también un consumado promujer. Me explico. El insigne libertador era bastante ligero de cascos y ni su condición de estadista, militar, líder moral y sacerdote, le impidió darle vuelo a la hilacha. Fue precisamente su debilidad por el sexo opuesto lo que lo condujo a la muerte. Al parecer, al cura Morelos no le importaba si las destinatarias de sus lances amatorios eran altas o bajitas, espigadas o redondas, solteras o casadas. Y de esta última condición fue su último desliz, una señora llamada Francisca Ortiz, esposa de un subalterno suyo. De Morelos, no de la señora (o vaya usted a saber, a veces los esposos acaban convirtiéndose en subalternos de las consortes). José María Morelos fue tan pertinaz en sus cortejos que hasta un hijo procreó con la santa dama. Al enterarse su marido -el de ella, claro está-, abandonó despechado las tropas del cura insurgente y se pasó a combatir del lado de los realistas, a quienes, para vengar la honra ultrajada, dio toda la información para aprehender a aquél y posteriormente fusilarlo.

     Hechos históricos aparte, el 30 de septiembre tiene además otra relevancia, aunque ésta solamente es para mí. Representa el último día de la edad de la que gocé, o sufrí, durante los últimos 365 días. En palabras más campechanas, al día siguiente es mi cumpleaños. Salud.



Referencias.
El Palacio nacional de México: monografía histórica y anecdótica. Artemio del Valle Arizpe. Impr. de la Secretaría de Relaciones Exteriores. 1936.
Muertes Históricas. José M, Villalpando y Alejandro Rosas. Ed. Planeta. 2008.


Si aún no lo has hecho y no tienes inconveniente, suscríbete al blog. Mil gracias.