Ayer me desperté con un halo de optimismo y con la intención de disfrutar mi día desde el principio. Quería, pues, levantarme con el pie derecho, cosa que siempre resulta difícil porque duermo del lado izquierdo de la cama.
Tenía ganas de desayunar un licuado de fresas, así es que me puse manos a la obra. Lo preparé con mucho esmero, entusiasmo y antojo. Y con fresas desde luego. Además le puse hielo y un poco de avena. Justo en el momento en que lo había servido, un mensaje de Whatsapp entró a mi celular y por leerlo mientras caminaba con mi vaso lleno, no vi a mi perrita Trufa que estaba a mis pies y, en el tropezón se me cayó el vaso sobre la mesa y se partió en varios filosos pedacitos. Mi delicioso frappé terminó regado en la mesa ensuciando todo cuanto encontró a su paso, el mantel, la canasta de pan, el desayuno, mi ropa, la de mi familia y a Trufa. Los cinco minutos de gozo que hubiera vivido disfrutando mi licuado, fueron usurpados por 15 minutos de ardua limpieza en la cocina.
Más tarde salimos a pasear a una plaza comercial en donde pedí que lavaran mi carro. Ni la más efectiva danza de invocación a la lluvia es más rápida y eficaz que lavar mi auto. Las nubes más oscuras siempre se aglomeran sobre mi vehículo y dejan caer una gorda tormenta, al tiempo que los coches vecinos me acribillan con lodo. Sabedor de mi estigma, antes de lavarlo había consultado el pronóstico del tiempo en mi celular y la lluvia estaba anunciada para la noche. El clima conspiró contra mí.
Todos hemos sentido alguna vez que cuando las cosas no están saliendo bien es que la celebérrima Ley de Murphy está operando en nuestra contra y es la causante de nuestro infortunio.
Expresada en muy pocas palabras, esta ley dice que si algo tiene la posibilidad de salir mal, saldrá mal.
Una versión más radical afirma que si las cosas tienen el riesgo de salir mal, lo harán de la peor manera y en el peor momento posible.
Es atribuida a Edward A. Murphy Jr., un ingeniero que trabajó para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos a finales de los años cuarenta haciendo pruebas con cohetes sobre rieles. Se dice que el ingeniero Murphy, al fracasar un experimento que había realizado con dichos cohetes, fincó la responsabilidad del fallo en uno de sus ayudantes -como solemos hacerlo todos cuando metemos la pata- afirmando que “si alguien tiene la posibilidad de cometer un error, lo cometerá”. Esta simplísima afirmación cundió entre sus allegados y luego trascendió, dando lugar a una filosofía un tanto socarrona. Esta ley se ha ido expandiendo y pasó de los terrenos de la ciencia a todas las áreas de la vida cotidiana.
Algunas de las leyes que se han desprendido de la original son del tipo:
- El pan tostado siempre cae del lado de la mantequilla.
- La otra fila siempre es más rápida.
- Cuando tienes que abrir una puerta con la única mano que tienes desocupada, la llave siempre está en el bolsillo opuesto.
En los dos pequeños eventos que me acontecieron ayer estuvo involucrado mi celular y eso me inspiró a añadir a la lista de enunciados que existe en torno a la Ley de Murphy algunas relacionadas con la tecnología que usamos todos los días. Aquí unas cuantas:
- Todo objeto que pueda romperse se caerá. Tu celular no es la excepción.
- Tu teléfono celular siempre caerá del lado de la pantalla.
- Cualquier esfuerzo para atrapar el celular en caída libre provoca más destrucción que si lo dejáramos caer naturalmente.
- La dificultad para encontrar el teléfono en el bolso cuando suena es directamente proporcional a la urgencia de la llamada.
- Contestarás el celular justo a tiempo para escuchar cómo cuelgan.
- Los semáforos en rojo duran una eternidad pero nunca duran la suficiente para escribir y enviar un mensaje en el celular.
- El corrector ortográfico hará que cometamos el peor error y con la persona menos indicada.
- Te darás cuenta que enviaste el mensaje a la persona equivocada medio segundo después de haberlo enviado.
- Eso que guardaste en tu computadora durante años sin usarlo, lo necesitarás al día siguiente de haberlo eliminado permanentemente.
- Los seguros de protección de tu celular lo cubren todo, excepto lo que sucede.
- Tu disco duro se dañará justo cuando pensabas respaldarlo.
- Si el emoticón del pulgar hacia arriba está junto al del dedo grosero, y tu interlocutor en el Whatsapp es alguien de todo tu respeto, te equivocarás y le enviarás éste último.
Más allá de chacotas, decir que las cosas que puedan salir mal, saldrán mal, es, por donde se le vea, un parapeto para pesimistas tras el cual podemos excusarnos de la descomunal cantidad de idioteces que cometemos (los que las cometemos, si usted no las comete, perdone la generalización). Valdría la pena ponernos a pensar si el verdadero valor de la Ley de Murphy es poder desafiarla en nuestro quehacer diario y provocar que las cosas salgan bien. A menos que Murphy disponga otra cosa.
@jmportillo
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