No quisiera hablar de usted, Sr. Trump, corro el riesgo de caer en los lugares comunes. Los medios de comunicación del mundo ya le dedican miles de páginas y minutos y parece que el consenso no lo deja muy bien parado. Si empezara a injuriarlo, mi opinión solo se sumaría a la de la masa que lo repudia. Por eso de ninguna manera diré que me parece un tipo profundamente pedante y grotesco, fatuo y fanfarrón, que despilfarra no solamente dinero sino antipatía a raudales.
No tengo intenciones de entrar en su oprobioso juego de insultos, ni caer en la lúdica tentación de hacer referencia a su aspecto físico ya tan satirizado. Sería un desquite muy barato decir que cuando gesticula da la impresión de que el estreñimiento le causa retortijones o que parece que trae un gato alopécico muerto en la cabeza.
En verdad que me parecería una pérdida de tiempo y espacio en esta columna, en la que puedo verter otro tipo de ideas, escribir con rencor sobre sus diatribas en contra de los inmigrantes aún cuando usted es hijo de su mamacita escocesa con quien no me voy a meter –aunque resultaría muy tentador–, nieto de inmigrantes alemanes y esposo de una modelo eslovena, sin olvidar a su primera esposa que era de Checoslovaquia.
En lugar de proferir ofensas hacia su persona, prefiero agradecerle lo que ha hecho en esta campaña hacia la presidencia.
Gracias, Mr Trump, porque nos ha dado patéticos pero jocosísimos momentos en cada uno de sus discursos y con ello ha fomentado la creatividad de los ya de por sí ingeniosos profesionales de los memes, youtubers, comediantes e imitadores.
Gracias, señor Trump, porque con sus expresiones racistas ha logrado hacer que el mundo voltee con una inusitada empatía –limítrofe con la simpatía– hacia nosotros los mexicanos, y eso no nos viene nada mal en estos tiempos en que pasamos por una devaluación galopante, no solo del peso sino de nuestra reputación. Ya sabe usted: el narco, la delincuencia organizada, el gobierno desorganizado, la pobreza, la corrupción, y demás monerías con las que siempre sacamos primeros lugares internacionales, nos afean la cara, y usted, que pretende desarreglarla más con sus ataques bravucones, nos ha puesto en la marquesina y ha contribuido a resaltar los aportes de México al mundo y la colosal importancia de la fuerza de trabajo mexicana –y latina en general– a su país.
Gracias por recordarnos los errores del pasado y encarnar lo que no debe repetirse en la historia. De veras, qué detallazo de su parte. Claro que también hay mucha gente que tiene miedo de usted, de la posibilidad de que siga ascendiendo en la escalera de sus aspiraciones y llegue a la gran final. Pero eso no podrá ser, ¿verdad, Mr Trump? Usted es un farsante experto en reality shows y su campaña ha sido eso, un reality que terminará cuando sea sentenciado y expulsado, como usted mismo lo hizo con los participantes de su programa The Apprentice, sólo que en esta ocasión usted es el aprendiz y el juez serán los votantes de su país, entre los cuales, para nuestra fortuna, hay millones de latinos, así como simpatizantes de la diversidad racial y cultural y sobre todo, gente con cordura y memoria histórica.
Por todo lo anterior, mejor no hablo mal de usted. Uff, estuve a punto.
Juan Miguel Portillo.
Twitter: @jmportillo
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