jueves, 30 de noviembre de 2017

Cuando el trabajo te divierte

La palabra trabajar viene del vocablo latín tripaliare que, a su vez, viene de tripalium. No es difícil adivinar en tripalium dos palabras juntas: tri (tres) y palium (palos), es decir tres palos (maestros del albur, absténganse). El tripalium era un instrumento de trabajo hecho con tres puntas o palos para herrar bueyes pero también se usaba como un yugo para castigar y torturar güeyes, es decir seres humanos. 

De ahí que el concepto de trabajo tenga mucho que ver con la idea de sufrir. ¿Les suena familiar? 

No conozco ninguna estadística sobre el índice de satisfacción del trabajador pero, si me baso solamente en lo que sucede a mi alrededor, sé que un altísimo porcentaje de gente que trabaja no está precisamente regocijado con lo que hace ni con lo que gana. Si se hacen con honradez, respeto y empeño, todos los trabajos son dignos, pero no cabe duda que hay de trabajos a trabajos y de que hay gente que quisiera estar haciendo otra cosa para ganarse la vida. Conozco el caso de Don Pipiandro Retrete, que se ufana de ser el mejor y más rápido limpiador de redes de drenaje de la ciudad. Un día me confesó, acá entre nos, que ya estaba pensando en buscar otro empleo porque estaba cansado de que en su propia casa siempre lo recibieran como apestado. 

La vida te lleva a veces aleatoriamente por caminos que pueden o no cuadrar con tus vocaciones. Pero otras veces, hacer lo que te gusta puede ser una decisión que debes tomar de forma temprana. 

Me considero de las personas afortunadas que trabajamos haciendo esas cosas que, si no fuera porque nos pagan, no les llamaríamos trabajo y las haríamos por el puro gusto. Es más, muchas de esas cosas las hicimos alguna vez sin cobrar y hasta pagábamos porque nos alquilaran. Escribir (humor, canciones, textos publicitarios) siempre ha sido una pachanga para mi, lo disfruto. De niño imaginaba que era cantante infantil de un grupo parecido a los Osmond -jóvenes, consultar algún libro de historia del siglo pasado- y prácticamente se me cumplió cuando fundamos mis colegas y yo el ensamble de humor musical Radiopatías. Por cierto, Radiopatías empezó como un juego para divertirnos una sola vez y casi 27 años después es la hora de que no dejamos de jugar. Cuando niño también soñaba despierto imaginando que era el actor de una película de vaqueros y ya he tenido la suerte de participar en una que otra peli, no de vaqueros pero si recuerdo alguna de narcos, para ir ad hoc con nuestra bonita vida actual.

Hacer radio ha sido un tremendo privilegio como prestador de voz para marcas comerciales y como conductor al aire de algunas aventuras radiofónicas desde 1985. En especial recuerdo ahora el programa de radio Tripas de Gato que hacía con mi querido Trino, monero de los buenos y creativo empedernido, a finales de los años noventa en Guadalajara. Fue un programa que disfruté una barbaridad. No nos importó tener que hacerlo justo a la hora de la comida, que ya es mucho decir. Pero no solamente hice con Trino el programa de radio, también realizamos por varios años doblajes con contenido político de series y películas americanas antiguas como El Llanero Solitario y Batman y Robin. No saben ustedes qué divertido era el proceso de grabación de esos programas. Pachanga pura. Esos doblajes aún se venden en los tianguis. De eso ya no recibo un peso pero los señores de la piratería sí. 

Bueno, pues ayer tuve la suerte de iniciar como colaborador en un noticiero de Trino que pasará en Guadalajara por la radio AM y por internet. Mi participación es de solo unos minutos tres veces por semana pero con ese segmento tendré para añadirle a mi trabajo aún más momentos de regocijo.  No quise hacerles aquí un aburrido currículum vitae, solo  pretendí reflexionar sobre el valor de generar la convicción -porque así es o porque así quieres que sea- de que estás realizando actividades que disfrutas, te enriquecen el alma y te alegran el espíritu. Cuando el trabajo te divierte.

Juan Miguel Portillo
Twitter: @jmportillo

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