No soy un rencoroso ni predico con la animadversión -en primera porque no sé qué significa esa palabrota y en segunda porque no soy predicador de nada-, pero debo aceptar que hay cosas en la vida que me repatean el hipocondrio derecho, justo donde está el hígado. Es de suponer que la lista debería estar encabezada por ejemplo: por la corrupción que brota de las alcantarillas, la teacher Gordillo y toda la insufrible fauna política de México, Hugo Chávez desde luego, pero esos son lugares comunes. Voy a mencionar algo mucho más trivial que por ahora abandera la lista: los emails con mensajes hechos en PowerPoint.
Tuvieron su época pero creo que ha llegado la hora de ponerles un enérgico, decidido y global hastaquí. Yo ya lo vengo haciendo desde hace tiempo y creo que gracias a ello me he ahorrado varias horas de mi inútil y chacotera existencia.
Sí, señoras y señores, los exhorto a ponernos en suspensión definitiva de hacer, leer, reproducir, enviar, propagar y almacenar cualquier archivo para internet de los llamados powerpoints.
No sé a ustedes pero a mi me llegan este tipo de mensajes por correo electrónico casi todos los días. En algún momento yo también caí en la seducción somnífera de estos audiovisuales con fotos de archivo y letras de colores que entran a pantalla haciendo simpáticas piruetas, casi siempre con pensamientos inspiradores, emotivos, políticamente correctos y, por regla general, aburridos hasta la casa del vecino.
Por mucho tiempo los abría y haciendo acopio de paciencia esperaba que acabara la presentación, un poco por curiosidad y otro tanto por consideración al remitente, pero siempre con la esperanza de que en algún momento cercano terminara aquella secuencia de imágenes de animalitos, o de evocaciones bíblicas, o qué se yo, sobre las cuales aparecían grácilmente textos con temas variados -odas a la amistad, invocación a algún santo, reflexiones sobre la paternidad, consejos para salvar al planeta, etc-, todo aderezado con música de violines o new age y a veces hasta se podía oír la voz de algún locutor con acento español.
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Imagen: www.cio.com.au/article/392397/# |
Tiempo después cambié la táctica y lo que hacía era darle un repasón a la presentación haciendo un click tras otro para hacer que las imágenes transcurrieran lo más rápido posible. Y siempre me quedaba con la sensación de haber perdido varios minutos miserablemente. No es que mis minutos valgan mucho pero son míos y son los únicos que tengo.
Por eso tomé la decisión radical de no abrir ni leer más un powerpoint.
A lo mejor estoy dejando salir al fundamentalista que llevo en mis entrañas, pero además de aburridos, cursis y de que quitan mucho tiempo, los powerpoints también nos restan invaluable espacio del disco duro. ¿Necesitan ustedes más megabytes para música? Borren todos los archivos PowerPoint que encuentren en su bandeja de correo o en su carpeta de archivos descargados. Se van a sorprender.
Y no estoy solo. En Suiza, un país de avanzada que no tiene que preocuparse por resolver temas como el transporte público, ni evitar que crezca el número de pobres entre los pobres o disminuir la tasa de descabezados colgados de puentes, se ha creado el Partido Anti-PowerPoint (www.anti-powerpoint-party.com).
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Imagen: www.anti-powerpoint-party.com |
Este organismo considera que estas presentaciones son aburridas, poco informativas y estropean nuestra capacidad de pensar.
Para sustentar su causa el partido esgrime números interesantes. Asegura que el programa de Microsoft provoca en Suiza pérdidas anuales de unos 2,500 millones de dólares por concepto de horas de productividad en virtud de que una cantidad importante de empleados asiste a presentaciones de PowerPoint que resultan ociosas y soporíferas. Por tales motivos, el organismo busca que este software sea declarado ilegal en Suiza. ¿Cómo la ven?
Quiero terminar pidiendo perdón públicamente a mis amigos y familiares que con toda buena intención me envían algunos de estos emails por semana. Espero que esta declaratoria subversiva no les pise algún callo. No se me enojen. Sigamos tan cuates y tan familiares como siempre. Los quiero, nunca cambien. Sólo les pido que escuchen mis plegarias y ya no me envíen más powerpoints.
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